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60 años

El 16 de noviembre de 1954 Monseñor Tedeschini junto con el obispo diocesano Don Manuel LLopis Iborra, verdadero “alma mater” de la obra, inauguraban el nuevo edificio del Seminario en Cáceres. Los seminaristas hasta cuarto de latín seguirían en el edificio de Coria (que aguantaría hasta 1969), y las humanidades y los estudios filosóficos y teológicos se harían desde ese curso en Cáceres.

Don Manuel publicó una extensa carta pastoral en la que justificaba la obra aportando razones para la misma y destacando sus beneficios. Sin embargo, la decisión del obispo valenciano no fue bien acogida, como era previsible, en la ciudad de Coria. La polémica surgió y lo que es más grave se mantuvo a lo largo del tiempo por otras cuestiones que no vienen al caso.

La relación Seminario/Coria siempre ha sido polémica desde que en 1604 el obispo Galarza, siguiendo las directrices del Concilio de Trento, se decidiera a fundar el Seminario en la ciudad de Cáceres y no donde, en principio, se debería haber hecho, en la sede episcopal o sea en Coria. Desde ese momento comenzaron los problemas, la mayoría del cabildo en contra de la decisión y Don Pedro manteniéndola por encima de todo.

Los enfrentamientos fueron serios y se mantuvieron con los obispos venideros, los cuales tuvieron que asumir y aguantar la decisión. Hubo muchos tiras y aflojas. Las crónicas de la época recogen muy bien todos estos avatares.

Tuvieron que pasar más de dos siglos hasta el obispo Blas Jacobo Beltrán (1815-1821) trasladara el Seminario a la ciudad del Alagón. Y así hasta 1954.

Cuantas cosas podrían contar las paredes del Seminario de San Pedro y María Inmaculada de Cáceres. Cuantos alumnos se han formado en sus aulas, cuantos sacerdotes ahora en activo han pasado por allí. Son tantos los recuerdos, las vivencias, las anécdotas que se te agolpan en la mente: los fríos inviernos suavizados por el brasero de picón (quien podía comprarlo) y después por las peligrosas bombonas de butano. La gente del barrio recuerdas las filas de seminaristas con sotana dando su paseo las tardes de primavera o los partidos de futbol en los dos campos de fútbol del edificio.

Pero lo que en aquel tiempo era una obra con todos los avances, se ha quedado desfasado y hay que afrontar una reforma integral del mismo y en ello estamos. El corazón de la diócesis recuperará sus latidos, si cabe, con más fuerza y vigor a como lo ha hecho hasta ahora.