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Año de la Misericordia

Logo del Año de la Misericordia

Acaba de terminar el año de Teresa de Jesús, el Sínodo sobre la familia sigue su curso en la ciudad de San Pedro, el Sínodo diocesano ya está puesto en marcha, y el Papa Francisco convoca ahora el AÑO DE LA MISERICORDIA para cuando estemos comenzando el adviento.

El Diccionario de la Real Academia Española atribuye hasta cinco significados a la palabra misericordia, a saber, virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos; pieza en los asientos de los coros de las Iglesias para descansar disimuladamente, medio sentado sobre ella, cuando se estaba de pie; puñal con el que solían ir armados los caballeros de la Edad Media para dar el golpe de gracia al enemigo; atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus creaturas; porción pequeña de alguna cosa, como la que suele darse como caridad o limosna.

De todos esos significados es fácil deducir los dos que más se relacionan con el evento que el Papa convoca.

Misericordia es una de esas palabras que me causa “temblor y temor” pronunciar porque sabes lo lejos que estas de practicar lo que significa. A lo largo del día te das cuenta de la cantidad de veces que tienes posibilidad de practicarla, y la cantidad de veces que no lo haces.

Ser misericordioso es la actitud que te lleva a identificarte tanto con el otro que compartes toda la situación que él está viviendo, es como si fueras él; es la actitud que te lleva “casi” a no tener en cuenta lo que el otro te hace; es la actitud que te lleva a perdonar “setenta veces siete”, como si uno no sintiera ni padeciera. Y ante esto dices “Bueno pero es que Jesús quiere que sea de otro planeta o ¿qué?” Porque tus esquemas mentales no encajan en este mensaje.

Y una vez hecho este razonamiento, ya hemos caído en la trampa, comenzamos las rebajas, y lo que Él pretendía queda descafeinado. A lo más que llegamos es a admitir que es uno de nuestros pecados, pero ante el cual nuestra capacidad de arrepentimiento deja mucho que desear.

Por lo tanto, está bien que el Papa nos pida que durante un año le demos vueltas a esto para ver si de una vez nos convertimos y tengamos en cuenta lo que es principal y lo que es secundario.