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Antioquía de Siria

Antioquía

Fotografía: Maarten Sepp (Wikipedia)

Me he llevado un gran disgusto cuando he leído la noticia de que una de las ciudades que ha quedado prácticamente destruida por el terremoto que hace poco asoló regiones de Turquía y de Siria, ha sido la en otro tiempo gloriosa Antioquía.

La historia del cristianismo primitivo no se entendería sin la referencia obligada a esta ciudad. Hasta que, en el siglo VII, los árabes la conquistaron, acabando prácticamente con gran parte del Imperio Bizantino, la importancia de esta urbe fue decisiva en el devenir de la edad Antigua de la Historia de la Iglesia católica y ortodoxa.

A ella llegaron Pablo y Bernabé para iniciar la aventura de llevar la doctrina del nazareno a los que no eran judíos y desde allí se lanzaron al Mediterráneo para llegar al corazón del Imperio Romano. Allí se comenzó a llamar a los discípulos de Jesús, “cristianos”, nombre que por lo que se ve tuvo bastante éxito.

Cuando en los siglos II y III, los cristianos comenzaron a organizarse, los patriarcados existentes (o sea, los centros donde se cocía, todo lo relacionado con las decisiones importantes) eran: Roma, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Más o menos por este orden de importancia. Siempre Roma como un punto por encima de las demás. Cuando a Constantino (siglo IV) le dio por trasladarse a la antigua colonia griega de Bizancio, la nueva Constantinopla, no sin alguna controversia, se convirtió en el quinto patriarcado existente, con menos historia, pero sí con más poder.

En estos cinco puntos claves se desarrollaron todos los acontecimientos fundamentales de los primeros siglos apasionantes de la historia del cristianismo.

La disputa teológica y filosófica entre Alejandría y Antioquía en relación con la herejía monofisita, fue una autentica controversia dialéctica entre dos grandes escuelas y en las que sobresalieron una serie de personajes de gran altura intelectual. El rigorismo por parte de unos y de otros hizo que la cosa, aunque se llegó a una solución, ésta no fue definitiva, nunca fue aceptada por todos y la cuestión terminó como terminó, o sea mal.

Sé que es una problemática que se nos escapa, pero los cristianos no podemos permitir que una ciudad como Antioquía desaparezca del mapa, la realidad de lo que significó en los primeros siglos debería empujarnos a alguna acción para su recuperación. Ahí lo dejo.

Poco a poco en la ciudad comienza a percibirse el ambiente de la Semana Santa. ¡Ojalá el tiempo no juegue en contra!