Beatos Luigi Beltrame Quattrocchi y María Corsini
El 21 de octubre de 2001, un abogado del Estado y una profesora subieron juntos a los altares igual que lo hicieran a la basílica romana de Santa María Mayor en 1905 para contraer matrimonio. Juan Pablo II manifestó su alegría pues, por primera vez en la historia de la Iglesia dos esposos llegaban juntos a la beatificación. Luigi (1880-1951) y María (1884-1965) Beltrame Quattrochi, originarios de Roma, fueron un matrimonio feliz.
María era profesora y escritora, comprometida en varias asociaciones. Luigi fue un brillante abogado que culminó su carrera siendo vice-abogado general del Estado italiano. Estuvieron casados durante cincuenta años y tuvieron cuatro hijos, dos chicos y dos chicas. Los dos varones se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, se sentaba entre los peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande de la cristiandad. La otra hija había fallecido pocos años antes.
Recién licenciado en Derecho, Luigi descubrió a una muchacha florentina alegre y decidida, que no dudó en ejercer como enfermera voluntaria en la guerra de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. Fueron una familia acomodada y a la vez generosa, que supo acoger en su casa de Roma a muchos refugiados durante la II Guerra Mundial.
Pero eran, sobre todo, una pareja normal que se apoyaban el uno en el otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. No fundaron ninguna orden religiosa, ni tuvieron experiencias místicas, pero convirtieron su trabajo en servicio habitual a los demás y volcaron todo su cariño en la vida familiar hasta la muerte de Luigi, en 1951 y de María en 1965. La santidad de ambos creció en pareja pues, de hecho, antes de casarse, Luigi no vivía su fe cristiana con especial fervor.
Uno de sus hijos, Tarsicio, sacerdote diocesano de 95 años, comentó con motivo de la beatificación: “nuestra vida familiar era muy normal” mientras que Paolino, padre trapense de 92 años, recuerda “el ambiente ruidoso y alegre de nuestra casa, sin beaterías o ñoñerías”. Enrichetta, que tenía 87 años y se había consagrado privadamente a Dios, aseguraba que sus padres no discutieron jamás delante de los hijos. “Es lógico que hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas los resolvían hablando entre ellos”.
Los dos nuevos beatos, explicó el Papa durante la homilía de la beatificación, vivieron “una vida ordinaria de manera extraordinaria”. “Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales”.
En la historia hay otros casos de santidad de matrimonios reconocidos oficialmente por la Iglesia. Pero esta fue la primera vez que la ceremonia de beatificación se realizó de manera conjunta.
Esta causa de beatificación ha sido especial por dos motivos: uno, que la Congregación para las causas de los santos aceptó un sólo milagro para los dos siervos de Dios. Se trata de la curación de un joven (que hoy es neurocirujano) que en el momento en el que se produjo el milagro suplicaba a través de la intercesión de ambos cónyuges por la curación de alteraciones óseas, que con frecuencia le obligaban a permanecer inmóvil. La segunda es que normalmente se fija la fecha de celebración de la fiesta de los santos coincidiendo con el aniversario de su muerte, pero en esta ocasión se tomó una decisión revolucionaria para la Iglesia: la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en un mismo día, en el aniversario de su boda.