Cae el muro de bambú

Fotografía: David Leo Veksler (Creative Commons)
República Popular de China, mil trescientos millones de habitantes, primera potencia mundial a nivel económico, practican el budismo, el taoísmo, el confucionismo, aunque su religión procede del culto a los ancestros (antepasados). Los primeros cristianos que llegaron lo hicieron a través de “la ruta de la seda”, pero no será hasta el siglo XVI cuando los jesuitas tomen en serio la evangelización del país, tuvieron algún éxito pero no lograron evitar las persecuciones. En el XIX logran una mayor implantación a través de acciones sociales realizadas con los más pobres. Al fundarse la República Popular de China (1.949) la mayoría de los misioneros fueron expulsados. En la actualidad hay en China doce millones de católicos (el 1% de la población, en toda Asia el 3%).
Hasta hace unos días la presencia de la religión católica en China era muy curiosa: existía una iglesia católica china, que pasa del Vaticano y que era legal, y la que acata la autoridad del Vaticano que era ilegal. Esta situación tan descabellada es la que ha sido superada por el Papa Francisco. “Si Wojtyla pasó a las historia como el que propició la caída el muro de Berlín, Bergoglio ha propicio la caída del muro de bambú” decía una revista digital católica.
Para la diplomacia Vaticana había dos asignaturas pendientes Pekín y Moscú. La primera está comenzando a aprobarse, esperamos que con nota, queda la segunda y se están dando pasos para lograr ese aprobado.
Roma acepta a los 7 obispos de la iglesia patriótica China, designados unilateralmente por la autoridad del país, y el gobierno chino reconoce oficialmente y deja de perseguir y encarcelar a los 20 obispos clandestinos fieles a Roma. Lo más importante es que a partir de ahora los obispos de la Iglesia católica serán designados de común acuerdo por las dos partes, teniendo Roma la última palabra. Aunque el acuerdo es eminentemente pastoral, no cabe duda que tiene un fondo político-religioso.
La diplomacia entiende poco de prisas y decisiones bruscas, eso lo sabe bien Francisco y sus colaboradores. No cabe duda que el problema de la Iglesia Católica en China, le quedan todavía muchos pasos por dar, pero el que se ha dado es fundamental para llegar a los demás, como por ejemplo recuperar las relaciones diplomáticas suspendidas después de la revolución de Mao.