Comienza el tiempo de la misericordia

Fotografía: Lawrence OP (Creative Commons)
Cuando hace poco más de un año el Papa Francisco sorprendió a todos con la convocatoria del Año de la Misericordia, todos estábamos convencidos que iba a ser un año de gracia especial para toda la Iglesia, cuando está a punto de ser clausurado estamos de acuerdo que ha sido así.
Muchas veces cuando hablados del día de tal cual o cosa: del clima, de la infancia, del mar o de las estrellas, te da la impresión de que no sirve para mucho, pero no es así, su intención es recordarnos, por lo menos un día al año, algo que es importante, para que lo tengamos en cuenta no ese día únicamente sino los trescientos sesenta y cinco del año.
La idea que quiere resaltar Mateo 6 esta semana, es que la vivencia de la misericordia para la Iglesia, no puede durar solamente un año, sino que es algo tan consustancial a ella, que sin esa nota característica dejaría de ser la Iglesia que comenzó hace XXI siglos. A lo largo de la historia cuando ha sido misericordiosa es cuando ha sido ella misma, cuando ha olvidado esta virtud y ha seguido por otros caminos, no ha sido ¡ni Iglesia de Jesús, ni nada! La Iglesia ES cuando es misericordiosa. La misericordia ha sido y será después de la celebración de este año tan especial, la propia identidad de la Iglesia hecha realidad.
El Papa nos animó a practicar las obras de misericordia a lo largo de este tiempo, quizá tuvimos que recodarlas porque ya las teníamos olvidadas en nuestros clásicos catecismos, seguro que no. La vivencia de las mismas en nuestra vida de cristianos tiene que seguir de actualidad a partir de ahora.
El rostro de la misericordia del Padre que se hace evidente en las actitudes de Jesús con sus contemporáneos, debe hacerse presente en las nuestras, con las personas que tenemos cerca, y sobre todo, con las que nos cuesta tanto hacer realidad este ejemplo.
El modelo del buen samaritano es el modelo que Francisco quiere para a Iglesia de hoy. Después de este año celebrativo esa referencia debe estar presente en todo lo que hagamos, también en todas nuestras estupendas programaciones, y en las decisiones que tomemos en la actividad pastoral.
El programa es exigente, pero no me digáis que no es fácil de entender.