Crímenes contra la humanidad en Europa

Fotografía: manhahai (Flickr)
En la década de los noventa ya sufrimos esta realidad cuando en la antigua Yugoslavia se vivió el conflicto bélico que trajo tanta desgracia y destrucción. Miles de personas asesinadas simplemente por ser de una determinada nacionalidad o religión. Creo que el Tribunal de La Haya ya dictó sentencia para algunos de los tristes protagonistas de esos hechos. Parecía que aquello sería el final de estas prácticas tan repugnantes.
Pero no, todo ha vuelto aparecer en esta década de nuestro siglo XX al que la historia le tendrá reservado algún nombre, pero que ahora desconocemos. Aunque ya sabíamos lo que estaba pasando, las noticias sobre la aparición de las ultimas fosas comunes, con centenares de muertos con muestra evidentes de torturas y malos tratos, ha colocado delante de nuestros ojos ese instinto de muerte, que Freud consideraba como una de las dos pulsiones fundamentales que dinamizan toda nuestra personalidad.
Pérez Reverte, en sus años jóvenes de corresponsal de guerra, detalla hechos espeluznantes como ejemplo de esta tendencia. Por ejemplo el caso de aquel francotirador apostado en lo alto de una torre desde la que dominaba toda la plaza, que elegía sus victimas por el color de su camisa, o por cualquier otra terrorífica nimiedad.
Cuando se ha empezado a hablar de la utilización de armas nucleares, el asunto parece que comienza a traspasar otra línea roja. Anexiones de provincias ucranianas con referéndums de pacotilla, éxitos en el frente del ejército ucraniano que seguramente tendrán la adecuada respuesta de los de enfrente, movilización de reservistas rusos, todo esto junto con la nula transparencia informativa hace que la situación se complique y lo que es peor comencemos a temernos lo peor.
El papel de la iglesia ortodoxa rusa con el patriarca Kirill (Cirilo I de Moscú) a la cabeza merece también un comentario. Su defensa a ultranza de los planes de Putin, considerando su acción casi como una guerra santa, nos recuerda otras épocas ya superadas, y ante la que manifestamos nuestra total desaprobación. Las palabras y gestos del Papa Francisco y de los líderes de otras iglesias ortodoxas no han logrado absolutamente nada. Todos los intentos de dialogo para favorecer la paz han sido desoídos sistemáticamente.
La persona religiosa debe tener presente en sus oraciones esta realidad, y los que no lo sean seguir favoreciendo que religiosos o no juntemos esfuerzos para convencernos que la paz no es la meta, sino el camino.
Mucho ánimo para todos.