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Despedida hasta septiembre

Tizas de colores

Llegados a los finales de junio, la columna se despide hasta el primer lunes de septiembre. Despedida que se produce con más incertidumbres que nunca porque no sabemos cómo estaremos entones. Son los coletazos de esta nueva normalidad, que nos tiene, no diré a todos, pero sí a casi todos muy preocupados, porque sobre ella hay interrogantes que nos desconciertan.

El curso ha quedado marcado por esta tragedia y todo lo demás ha pasado a un segundo plano.

Nos tienen ahora en vilo los rebrotes, que una vez que la movilidad ya no tiene ninguna restricción, su aparición puede producirse en cualquier sitio, y no digamos cuando a primeros de julio los aeropuertos comiencen a recibir pasajeros de prácticamente todos los sitios. Es necesario no bajar la guardia, cumplir las recomendaciones ya sabidas. El virus no está controlado, aunque estemos mucho mejor, echemos un vistazo a lo que sigue pasando en otros países, donde la situación es terrorífica.

La iglesia católica sigue acomodándose a la nueva situación, las comuniones, confirmaciones o funerales van encajándose en la nueva realidad; se echa de menos a los feligreses de más edad, que eran muchos, los cuales, siguiendo nuestras propias recomendaciones siguen viviendo la fe desde sus casas. El termómetro de la actividad, podemos decir, normal, se comprobará cuando retomemos el ritmo habitual en septiembre.

Nos quedan en el recuerdo todos los que nos han dejado los últimos meses. En nuestra Extremadura, como en otras comunidades también, los ancianos han sido los que más han padecido la enfermedad, los familiares de los mismos siguen marcados para siempre por lo sucedido. Los homenajes que se hagan estarán muy bien, pero todo será inútil si no hay un aprendizaje profundo de los que nos ha pasado. Nuestras cifras son sonrojantes.

Nos quedamos sin obispo (es un decir) en el mes de diciembre, y estamos esperando al que será su sucesor. No creo que durante los meses de julio y agosto se produzca la noticia (¡ojalá me equivoque!) del nombramiento del nuevo. Hasta ese momento hay que seguir trabajando como lo que somos, una Iglesia con catorce siglos de historia (o más), y no con comportamientos pusilánimes y faltos de compromiso.

En la medida de lo posible, os deseo un buen verano para todos. Pero cuando lo escribo no sé si hago bien en ponerlo, porque me acuerdo de los que, para nada, podrán disfrutarlo.


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