El entrenador del Eibar

Fotografía: Eneko Astigarraga (Creative Commons)
Gaizka Garitano llevaba mucho tiempo de entrenador del Eibar, ya dirigía al equipo cuando estaba en Segunda B; con mucho trabajo y mucha humildad logró ascenderlo hasta la Primera División del futbol nacional, su secreto era: trabajo, disciplina y espíritu de equipo. Muchos de los jugadores que este año han jugado en la liga de las estrellas hace tres años estaban en segunda B. Un zapatero de la localidad decía “hasta ahora los jugadores, cada mes, me traían sus botas a arreglar, este curso, ya no les hago falta porque la marca deportiva que los equipa les regala un par para cada partido si es necesario”.
Las cosas se han torcido y el equipo después de una gran temporada, ha descendido en la última jornada a segunda división. Gaizka en la rueda de prensa posterior lo tenía claro: “un entrenador que desciende no tiene potestad para seguir”, repasó lo sucedido en este tiempo, que había sido muy bueno, pero tenía claro que había que dejar paso a otro. Uno a uno se fue despidiendo, con un abrazo, de los periodistas que lo habían seguido hasta ahora y se fue con la cabeza alta.
No se nos cansa la boca de decir que la función de los cargos, ya sean nombrados o elegidos en las urnas, es servir, pero remitiéndonos a los hechos no suele ser esto lo habitual, más bien parece que lo fundamental es servirse, alimentar las propias aspiraciones personales y lo que es peor aprovecharse de la situación.
El caso de Gaizka me llama la atención por lo importante que es saber quitarse de en medio cuando te habías propuesto llegar a unas metas y por lo que sea no lo logras, creo que es un signo de grandeza personal, de saber estar y de aceptar las propias limitaciones. ¡Lo que nos cuesta decir no, a aquello que nos apetece pero que no sabemos hacer!
Los “salvadores de pacotilla” son aquellos que se creen que sin su presencia las cosas no pueden ir bien, se consideran imprescindibles, y les parece que el éxito solo depende de ellos, cuando lo que demuestran es un egoísmo casi enfermizo. Que yo sepa salvador solo ha habido uno y ya sabemos como acabó. Estos otros salvadores no se si estarían dispuestos acabar como acabó aquel, me temo que no.