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Encuentro personal

San Juan Bautista

Juan, el hijo de Isabel y Zacarias, primo de Jesús, el hijo de María y de José, (¡cuántas veces jugarían juntos los primos!), como personaje central del Adviento, en plena sintonía con las escrituras del Antiguo Testamento, nos invitaba a preparar el camino al Señor, y nosotros le hicimos caso disponiéndonos a vivir lo que significa el nacimiento de Dios. Ahora ya con casi treinta años, Juan nos presenta a Jesús como el Mesías esperado, nos lo señala con el dedo y nos dice que es Él.

En las lecturas de uno de los últimos domingos, el hijo de Isabel, justificaba su testimonio sobre la identidad de Jesús, en lo que él en persona había visto y oído. Es decir, que lo que decía, no lo apoyaba en lo que otros le habían dicho, o en lo que había escuchado en alguna ocasión, o en lo que había leído en los libros antiguos. Su testimonio era fruto de una experiencia personal y de un descubrimiento individual.

La acción del espíritu que todo creyente descubre por encima de lo que sucede, y que reconoce en todas sus decisiones, incluso en las más personales, matiza lo que podamos decir sobre este tema. Pero esto no impide dos cosas: una, que muchas veces te resulta imposible descubrir su presencia en algunas decisiones, porque están tomadas por propósitos inconfesable, y dos, valorar en su medida lo que vamos a decir a partir de ahora.

En el proceso de maduración en la fe, el hacer nuestro lo que nos han transmitido es un paso fundamental, hasta el punto que podemos decir que si no se produce, a esa fe le falta un ingrediente imprescindible. En algún momento de nuestra vida debe haberse producido el planteamiento de este interrogante y la respuesta al mismo: ¿Qué importancia le doy al hecho de que mis padres tomaran la decisión de pedir el sacramento del bautismo para mí y qué consecuencias tiene esto para mi vida?

Sin la respuesta a esta pregunta, no se puede decir que nuestro encuentro con Jesús haya sido definitivo, a pesar de que haya recibido todos los sacramentos. Y más aún, si yo no he descubierto a Jesús de una forma personal ¿cómo voy a dar testimonio de él a los demás, si no lo conozco o lo conozco mal?

¡Buena lección la de Juanito!