Fin de curso

Fotografía: Jonathan Rubio H. (Flickr)
Llegados a estas fechas llega el tiempo de las revisiones y de las planificaciones, todo el mundo, con las consecuencias de diez meses de trabajo, se dispone a hacer un último esfuerzo y dejarlo todo bien preparado para cuando en septiembre se comience el próximo. Me refiero como podéis imaginar al ámbito académico, aunque se pueda extrapolar a otros ámbitos.
La dichosa LOMLOE (la última Ley de educación, aunque sea una reforma de la anterior) ha venido a complicar las cosas y ha añadido unas variables con las que no se contaban: Los claustros andan “comiéndose los sesos” para ajustarse a las nuevas exigencias, porque las evaluaciones del presente curso ya deben seguir las normas de la nueva ley. En el 22/23 los cursos impares se implantarán con los nuevos curriculum, y sobre todo con la aparición de las nuevas competencias que son como el fundamento de todo lo que vendrá después.
Dada la experiencia como país, de la duración de las leyes educativas, todo el mundo “está con la mosca detrás de oreja”, porque no se sabe que es lo que pasará, dentro de poco más de un año habrá nuevas elecciones y la pregunta que surge es: y después ¿qué?
¿Y la religión?, ¿cómo queda? ¡Ay la religión! La Conferencia Episcopal, defendió desde el principio el dialogo con el gobierno, y así lo ha demostrado a lo largo del tiempo de tramitación de la ley, con esta actitud consiguió un puesto en el Consejo Escolar del Estado, y propuso encuadrar la asignatura en el grupo de las que dicen relación con temas antropológicos e históricos, y a así tener un estatus como las demás.
De los temas dialogados, la Iglesia mantiene el puesto en el Consejo Escolar, pero de los demás nada de nada. La religión está presente en la escuela porque los padres la piden y se asegura este derecho constitucional.
Pero… una asignatura que no tiene alternativa, es decir cuando los chicos/as tengan religión los demás no tendrán nada, una asignatura cuya carga lectiva es la minima que se puede tener (una hora semanal) y una asignatura que no es evaluable como las demás, ¿qué futuro le podéis preveer?
Contar con la profesionalidad del profesorado, seguir defendiendo el derecho de los padres a tener algo que decir en la educación de sus hijos, y creer a fondo que nuestros niños/as y jóvenes tienen derecho a que le expliquemos que la dimensión transcendental de la persona tiene que ser tenida en cuenta en su proceso educativo, es lo que nos mantiene en esta “lucha”.