Maldito año
El catorce de marzo de 2020 quedará siempre en nuestra memoria como el comienzo de una pesadilla que va a marcar nuestras vidas, y de la que todavía, aunque veamos una tenue luz al final del túnel, no sabemos cuándo ni cómo vamos a salir.
Cuando ese infausto día, el gobierno de la nación decidió que los españoles no podríamos salir libremente de casa para nada, la noticia produjo tal sobresalto que hizo que aparecieran conductas propias de esas situaciones que nos superan, y que hace que nuestra psique reaccione de una forma rara.
A lo largo de los dos meses de reclusión forzosa, intuimos que el tema nos iba a traer dolores de cabeza durante mucho tiempo; las noticias que nos llegaban de los hospitales hacia que la angustia nos produjera más de un desequilibrio. La lista de contagiados y de fallecidos se descontrolaba alarmantemente y nos preguntábamos como nadie había podido prevenirnos de esta situación.
Muy poco a poco comenzamos a ir asimilando lo que pasaba porque no nos quedaba otro remedio, y empezamos a poner en práctica todo lo que nos decían los que de verdad sabían lo que estaba sucediendo.
Un año después 2.472.000 personas han fallecido en el mundo a causa de este virus maldito. En España 69.142 (cifras no oficiales, los sitúan en cerca de 100.000) han sido los que nos dejaron. En nuestra región 1.715 paisanos ya no están. Me diréis no hace falta que nos lo recuerdes, ya lo sabemos. Y tenéis toda la razón.
Los números nos dan una idea de la magnitud de la catástrofe pero suelen ser fríos. Si nos ponemos a recodar los casos concretos que conocemos, o de familiares cercanos que lo pueden haber sufrido, la frialdad desaparece y todo se hace tremendamente doloroso y trágico.
El objetivo prioritario de todos tiene que ser vencer a este enemigo común, pero da la impresión, por los titulares de los periódicos o de las cadenas de televisión de hoy mismo, que hay otros temas que no tienen nada que ver con la enfermedad y que tienen preocupados a los máximos responsables de esta batalla sin cuartel en la que nos encontramos envueltos.
Como podéis imaginar, esta mirada atrás solo tiene como objetivo levantar la vista, mirar hacia adelante, y ver todo lo que nos queda por andar, que es mucho y con muchos frentes abiertos. Yendo juntos lo haremos mejor.
Cuidaos, por favor.