«Momentos Tabor»

Fotografía: Lawrence OP (Creative Commons)
El monte Tabor se localiza en la Baja Galilea, diecisiete kilómetros al oeste del Mar de Galilea, su altura es de 575 metros y se divisa desde bastante lejos, es conocido como el monte de la Transfiguración porque los evangelistas sitúan este episodio de la vida de Jesús en la cima del mismo.
Como este relato lo escuchamos en las Eucaristías del segundo domingo de Cuaresma, cuando leáis esta columna, hemos tenido ya unos días para darle vueltas, haber pensado sobre él, y haber llegado a alguna conclusión interesante para nuestra vida. Esto es lo que pienso que debemos haber hecho ¿o no? Porque ¿qué fue lo que realmente pasó en aquel monte? La verdad es que no lo sé, pero lo que sí sé es que la lectura, no es buena sino muy buena para el tiempo de cuaresma.
Jesús se manifiesta de forma extraordinaria a tres de sus mejores amigos y estos extasiados por lo bien que se estaba allí deciden que lo mejor es quedarse en aquel sitio, preparar adecuadamente el lugar y dejarse de bajar al llano para continuar una labor la cual no veían demasiado clara, más bien todo lo contrario.
En tu vida de mujer u hombre de fe ¿te ha pasado alguna vez lo mismo que a estos tres privilegiados?, ¿no has sentido nunca la tentación de dejar de lado la dimensión más comprometida de lo que crees y quedarte en la contemplación tranquila, sosegada, del Amigo? Por eso decía que este texto viene muy bien para este tiempo, porque creo que puede ser una de nuestras tentaciones frecuentes.
No digo yo que el laico cristiano no tenga que tener sus “momentos Tabor”, pero su misión fundamental está en la calle, en el barrio, en el bloque, en la escuela, en la universidad, en el partido, en la asociación, en el trabajo, en el bar, en la oficina, en la familia, con los amigos, en…
Normalmente en esos sitos que os he nombrado o en otros que cada uno puede poner, no hay mucho de esos momentos descritos, sino que hay más “de camino a Jerusalén”. Esta lección que Jesús pretendía enseñar a estos tres y a los otros nueve que se habían quedado abajo, le iba a resultar bastante difícil hacerlo. Lo digo por la reacción de los doce ante lo que acabó pasando en la capital de Judea.