¡Nunca más!
La celebración el pasado 27 de enero del 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, ha traído a la memoria cosas que no se pueden olvidar, porque no nos podemos permitir el lujo de volver repetirlas. Cantidad de jefes de estado, con la presencia de unos 200 supervivientes de aquella atrocidad, supervivientes que nos miran directamente a los ojos, han querido recordar lo que vivieron y lo aquello significó.
El resurgir de determinadas ideologías totalitarias hace que venga a nuestra mente la idea de que hay cosas con las que no se juega. El respeto a la vida, para los creyentes (entre ellos los católicos) porque es un don de Dios y para los que no lo son porque es el derecho fundamental de las personas, tiene que ser una convicción inviolable.
El Papa Francisco, nada sospechoso de fanatismos ni de imposiciones, ha lanzado su ¡NUNCA MÁS! ante el recuerdo de los que fueron eliminados (mujeres y hombres, niños y ancianos) solo porque tenían un defecto: ser judíos.
En un libro de memorias de uno de los jefes de alguno de estos campos de concentración, un comunicador, intentando comprender el pensamiento del aquel, describía como en un dialogo con su familia, este jefe “preguntaba a su mujer, por su hijos, sobre lo que les había dado de desayunar esa mañana y que era lo que iban a hacer durante el día, luego, con toda naturalidad, le contaba, como si fuera una cosa normal, el número de los que el día anterior había mandado a las cámaras de gas”.
La razón fue considerada en los siglo XVIII y XIX como la clave para la superación de las acciones incomprensibles realizadas por los humanos, esta creencia comenzó a venirse abajo cuando en un corto intervalo de tiempo dos guerras mundiales y sus consecuencias demostraron que algo no funcionaba.
No es “la mirada” lugar para profundas reflexiones filosóficas, solo intenta llamar la atención ante determinadas situaciones para fomentar entre todos el respeto y el diálogo. No hay ninguna idea, ni política ni religiosa que nos lleve a quitar la vida al que no piensa o no es como nosotros. Por eso la historia es tan importante.
Si a lo largo de ella, en nombre de Dios o en nombre de otras ideologías, se ha creído que esta era la solución, está claro que eso fue un inmenso error.