Pablo VI
El 19 de octubre terminó el Sínodo extraordinario sobre la familia del que hablábamos hace dos semanas. Para conocer el documento final tendremos seguro que esperar más de un año, cuando en octubre del 2015 el Sínodo vuelva a reunirse de nuevo. Este hecho da a entender que el asunto no es fácil, ni mucho menos, y será necesario mucha reflexión y mucho tino para estar a la altura de lo que se le exige a la Iglesia.
El papa ha querido clausurar este tiempo de trabajo con la beatificación de uno de los grandes papas del siglo XX: Giovanni Battista Montini, más conocido por Pablo VI. El papa número 262 de la Iglesia Católica que ocupó la sede de Pedro desde el 21 de junio de 1963 hasta el 6 de agosto de 1978.
Eran tiempos difíciles, tanto desde el punto de vista político (la Guerra Fría entre las dos grandes potencias), como eclesial (la Iglesia necesitaba abrirse a los nuevos tiempos y era necesario cambiar muchas cosas). Juan XXIII había embarcado a la Iglesia en la celebración de Concilio Vaticano II y la primera decisión del nuevo papa fue continuar lo que su antecesor había comenzado, no solo continuarlo, sino que con la ayuda del Espíritu llevarlo a buen puerto.
Una vez terminado el Concilio, venía lo más difícil, llevarlo a la práctica, y esto le daría, no quebraderos de cabeza, sino grandes disgustos y mucho sufrimiento al papa Montini. Conducir este cambio no era cosa sencilla, unos querían ir a la velocidad de crucero y otros que lo aprobado en las aulas conciliares había que matizarlo, pero Pablo VI sabía lo que tenía que hacer.
Su relación con España ha sido y será objeto de estudio por parte de los historiadores. Los nombramientos de obispos respondían a la intención del papa de hacer realidad lo aprobado en el Concilio, lograr una Iglesia más abierta, más acogedora y más madre de todos, no solo de unos cuantos. Las tensiones de la diplomacia vaticana con las autoridades de entonces fueron también frecuentes, sobre todo hasta la llegada de la Transición.
El reconocimiento por parte de la Iglesia a toda su obra, nos invita a conocer un poco más a este papa, leer alguna de las biografías que existen o que ahora se publicarán, y sobre todo intentar vivir hoy las que son sus virtudes: “el diálogo, la renovación y la fidelidad, el encuentro y la búsqueda”.