mateo-6-25-d

¿Para qué? y ¿Por qué?

Misión

Fotografía: Laparroquia (Creative Commons)

Misa familiar de la celebración del DOMUND en cualquier Iglesia de nuestra Diócesis, la parroquia llena de niños y de padres. El sacerdote pregunta a los niños si saben lo que es un misionero, después de la dudas iniciales se levantan bastantes manos. Respuestas: “es una persona que recoge dinero para los niños pobres”, “una persona que lo deja todo y se va a otros países para ayudar a los que no tienen nada”, “es aquél que está dispuesto a dar todo lo que es por los demás”, “es alguien que ayuda a los niños que lo pasan mal”…

El sacerdote alabó las respuestas que le habían dado por su sencillez, su espontaneidad y por su verdad. Todas ellas fueron dichas por niños-as entre siete y diez años.

La dificultad aumentó cuando el sacerdote, dando un paso más, les pregunta si saben el ¿por qué? los misioneros hacen esas cosas que a los demás nos pareen tan difíciles; la mente infantil que es fantástica para muchas cosas, no está preparada o no ha evolucionado todavía lo suficiente como para dar razones de los porqués de lo que ven y no digamos si es algo que sus sentidos no pueden captar directamente. No es que no sepan, sino que su proceso de maduración todavía no ha terminado.

Descubrir la razón de estas conductas tan de extraordinarias son ya palabras mayores, y tendrían que haber sido las personas de más edad las que deberían haber respondido a este nuevo interrogante. La pregunta habría que habérsela hecho a los cristianos adultos. ¿Habrían sabido responder bien? Estoy seguro que algunos sí, pero no sé cuantos. El saber y comprender que la labor de los misioneros católicos se funda en la opción que un día hicieron por Jesús y su evangelio, y en el envío recibido por la Iglesia, supone bastante más que lo que un niño pueda decir.

Esto de la vivencia de la fe, decimos más de una vez, que tiene que ser un proceso, un proceso que dura toda la vida: desde el bautismo hasta que recibimos el último sacramento. No puede reducirse únicamente a momentos puntuales (bautizos, bodas y comuniones), porque en cada etapa de la vida y más en los años primeros se cambia mucho en poco tiempo. Y aunque el proceso debe conducir a que la persona elija libremente, cada etapa tiene que ser catequizada.