Pascua: la flecha indica el camino

Fotografía: luis echanove (Creative Commons)
La noticia de la resurrección y el sepulcro vacío como prueba del hecho, son acontecimientos decisivos en la vida y en la misión de Jesús. Los escépticos dirán que los discípulos cogieron el cadáver y lo pusieron en otro sitio, y nosotros no podremos argumentar en contra porque no tenemos pruebas para hacerlo, pero no importa, si la resurrección fuera un hecho evidente, no tendría cabida en él la fe para poder aceptarlo y perdería todo su sentido ¿o no?
Llegar a descubrir lo que significa el hecho de que la historia de Jesús de Nazaret no terminara en la cima del Gólgota, es mucho más importante. La resurrección es el triunfo de lo imposible, y eso hace que los que se la creen hagas cosas para sí y, sobre todo, para los otros, que a los demás nos parecen imposibles.
La pascua de resurrección debe lanzar a la Iglesia a enfrentarse a los retos que los nuevos tiempos le colocan delante de ella. Los retos siempre aparecen cuando uno tiene la valentía de atreverse a seguir la dirección que marca flecha, pero determinadas conductas y decisiones parece que responden a que se han sucumbido, sin remedio, a la tentación de la mujer de Lot, y ya sabemos cual fue su final.
El papa se ha atrevido a convocar el año santo de la misericordia, el centro de ese tiempo debe ser la misericordia y no el año santo, me explico, no nos podemos conformar con nombrar unos lugares donde haciendo un viaje ganemos el jubileo, sino que habrá que descubrir que hay que hacer para que la misericordia esté presente en nuestras relaciones y decisiones con las personas y sobre las personas.
“Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos”, la definición del Diccionario de la Real Academia, no hace justicia al sentido cristiano de la misericordia, el cual va mucho más allá.
Este Año Santo comenzará justo cuando termine el Sínodo sobre la familia del mes de octubre (quizá hubiera habido que convocarlo antes) que será un reto para la Iglesia donde habrá que dar soluciones, donde la misericordia deberá ser, no el ingrediente fundamental, sino el único, para estar en la línea del Dios de Jesús. Soluciones para los matrimonios rotos, divorciados vueltos a casar, nuevos modelos de familia, hijos adoptados por parejas del mismo sexo…
La Pascua nos indica el camino.