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Santa Gianna Beretta Molla

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Gianna fue la décima de trece hijos, de una familia de clase media de Lombardía. Estudió medicina y se especializó en pediatría, profesión que compaginó con su tarea de madre de familia. Fue una mujer activa y llena de energía, que conducía su propio vehículo —algo poco común en esos días—, esquiaba, tocaba el piano y disfrutaba yendo con sus esposo a los conciertos en el conservatorio de Milán.

Contrajo matrimonio con el ingeniero Pietro Molla en 1955 y, un año después, dio a luz a su primer hijo. En 1957 viene al mundo Mariolina y tres años más tarde, Laura.

En septiembre de 1961 se encontraba nuevamente embarazada y al cumplirse el segundo mes de embarazo se le diagnosticó un tumor en el útero, por lo que se hacía necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplicó al cirujano que salvara, a toda costa, la vida de su bebé, y se confió a la Providencia. Días antes del parto pidió: “Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo”.

El 21 de abril de 1962, también un Sábado Santo, dio a luz a Gianna Emanuela. Pocos días después, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria “Jesús, te amo”, murió santamente. Tenía 39 años.

El marido de Gianna, Pietro Molla, describía a su esposa como una persona completamente normal, pero con una indiscutible confianza en la Providencia.

Según el Sr. Molla, el último gesto heroico de Gianna fue la consecuencia coherente de una vida gastada, día a día, en la búsqueda del cumplimiento del Plan de Dios. “Cuando se dio cuenta de la terrible consecuencia de su gestación y el crecimiento de un gran fibroma, su primera reacción, razonada, fue pedir que se salvara el niño que tenía en su seno”.

El Sr. Molla manifestó que “le habían aconsejado una intervención quirúrgica. Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. El aborto terapéutico y la extirpación del fibroma, le habrían permitido más adelante tener otros niños”. Pero Gianna eligió la solución que era más arriesgada para ella y, dada su condición de médico, conocía perfectamente el riesgo.

Gianna falleció el 28 de abril de 1962, con 39 años de edad, una semana después de haber dado a luz.

Fue beatificada el 24 de abril de 1994, Año Internacional de la Familia, por Juan Pablo II, quien la propuso como modelo para todas las madres. El Papa elogió a Gianna, quién no eludió el sacrificio, confirmando así su virtud heroica.

El milagro que dio lugar a la beatificación, ocurrió el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño. Su protagonista fue una joven parturienta quien se curó de septicemia (infección generalizada del organismo).

También fue Juan Pablo II quien canonizó, el 16 de Mayo del 2004, a la cirujana y pediatra. El milagro atribuido a la intercesión de Gianna que abrió paso a la canonización fue el de Elisabete Arcolino Comparini, que con tres meses de embarazo, perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo suplicaron a la Beata Gianna y la niña nació bien en mayo del 2000. El nacimiento fue declarado científicamente inexplicable.

El esposo de Gianna Beretta había dicho: “Jamás creí estar viviendo con una santa. Mi esposa tenía infinita confianza en la Providencia y era una mujer llena de alegría de vivir. Era feliz, amaba a su familia, amaba su profesión de médico, también amaba su casa, la música, las montañas, las flores y todas las cosas bellas que Dios nos ha donado”.

Pietro Molla, viudo de santa Gianna Beretta, murió a primeras horas del Sábado Santo 3 de abril de 2010, a los 97 años de edad. El suyo fue el primer caso en la historia en que un marido pudo asistir, en vida, a la beatificación y canonización de su propia esposa.