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Tercer tema sinodal

Encendiendo velas

Fotografía: Catholic Church England and Wales (Creative Commons)

El papel del laico, su valoración y la fundamentación del mismo, que nace del sacramento de Bautismo, fue, sin duda, una de las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II. Dicha aportación hace que el paradigma eclesiológico de un vuelco de ciento ochenta grados. La imagen de Iglesia deja de ser piramidal (donde el sitio que ocupabas en la pirámide era fundamental, cuanto más arriba mejor) para convertirse en una comunidad de hijos de un mismo Padre (Pueblo de Dios), donde cada uno realiza su misión, según el carisma recibido del Espíritu. No hay ministerios que concedan más o menos privilegios, sino que todos están llamados a servir, desde el papa al último que acaba de bautizarse.

El tema nos invita a reflexionar sobre el papel de laico, por lo tanto podemos preguntarnos, ¿Qué tiene que hacer el laico en la Iglesia? La respuesta es sencilla aparentemente, lo que tiene que hacer es evangelizar ¿y esto con que se come? Pues simplemente llevar la Buena Noticia de Jesús, allí donde está: en la familia, en el bloque, en el barrio, en el grupo de amigos, en la asociación de vecinos, en el pueblo, en el ayuntamiento, en la escuela, en el sitio de trabajo, en la universidad, en el partido político, en el sindicato, en la asociación cultural, en los medios de comunicación…

Esta dimensión que tiene su fundamento en la fe personal, demostrada en el hecho de solicitar el bautismo, tiene que ser alimentada con la oración, con la eucaristía dominical, y con las prácticas piadosas de cada uno, pero el papel fundamental del laico está en el sitio donde se desarrolla su vida a lo largo de la semana.

Damos por supuesto que el lacio tiene que asumir su parte de responsabilidad en el funcionamiento de las comunidades parroquiales, participando en los Consejos de Pastoral, en la catequesis, en la liturgia, teniendo tiempo para su formación… cada uno descubriendo su lugar. Pero su sitio fundamental es la realidad que vive a diario, ahí es donde tiene que llegar la sal y la luz del laicado cristiano.

Sabemos que el tema es muy difícil, la propia historia de los movimiento laicales cristianos, nos demuestra esta realidad. Ha habido muchos intentos de organización, y muy buenas ideas se han quedado en el camino. Pero el proyecto es seguir profundizando en esta dimensión, y dejar de lado ideas ya superadas y caducas.