Un sínodo que puede cambiar a la Iglesia católica (II)

Fotografía: Roman Catholic Archdiocese of Boston (Flickr)
Aunque era algo conocido, el comienzo del sínodo se ha visto afectado por la decisión del propio papa Francisco, de no dejar que la prensa pueda actuar libremente, todos los miembros tienen vetado el comunicar algo de lo que se delibere, serán solamente los organismos responsables de la comunicación los que digan lo que tengan de que decir. La razón dicen que es para evitar los malos entendidos, pero la verdad es que no es una buena noticia.
La primera semana ha transcurrido con bastante normalidad, y digo bastante porque el covid no respeta a nadie y han aparecido los primeros cosos, por fortuna no muy numerosos. Las noticias del recrudecimiento del conflicto palestino/israelí ha alterado también los ánimos de los representantes sinodales.
En una gran sala dentro de los espacios Vaticanos se han dispuesto 35 mesas redondas para los grupos sinodales, cada grupo está formado por doce miembros. Todos cara a cara, mirándose a los ojos, para poder escuchar y ver los gestos de cada uno de los participantes en sus intervenciones.
El Papa resaltó la riqueza de los demás, como “orquesta sinfónica en la que cada uno tiene su instrumento”, y destacó “la belleza de ver a tantas personas reunidas, de todos los rincones del mundo, un crisol de culturas, de tradiciones”. Eso hace que el diálogo de los grupos “ayude a compartir a partir de la realidad de la vida”, experiencias personales que interrogan “sobre nuestra forma de ser Iglesia, de estar juntos y juntas”.
En esta primera semana parece que ya hay un tema de consenso, a saber, la formación en los seminarios. El asunto es una de las mayores preocupaciones de Francisco, y no me parece un tema menor, al contario. Se piden orientaciones para reformar los programas de formación, para conseguir que «crezcan en un estilo de ejercicio de la autoridad propio de una Iglesia sinodal».
Los temas tratados siguen estrictamente el orden que aparece en el Documento de Trabajo, en esta primera semana destaco los siguientes: el servicio de la caridad; el compromiso por la justicia y cuidado de la casa común; encuentro entre amor y verdad; intercambio de dones entre las iglesias; compromiso ecuménico; y diálogo con las culturas y otras religiones.
La primera semana de trabajo terminó el día 11 de octubre fecha en la que se cumplían 61 años de la apertura del Concilio Vaticano II.
Los trabajos seguirán y lo seguiremos contando.
¡Buen comienzo del año jubilar de la Montaña!