Una historia insospechada
Los que no somos profesionales del medio, solo simples aficionadillos, hay veces en las que nos encontramos con situaciones como la que me he encontrado yo esta semana, en la que me ha sido difícil encontrar el tema para la columna, y no porque no haya temas interesantes, sino que tú no los ves como tales para inspirarte estas cuatro líneas.
En ello estaba, cuando el martes a una hora temprana, me asomé a la ventana y me di de bruces con una escena inesperada. En la calle Jerusalén, en el Nuevo Cáceres, la calle de los olivos (como yo la llamo) contemplé como dos personas, una de mediana edad, y otra mayor, con sus escaleras y con sus dos “calderillas”, estaban cogiendo aceitunas, Estoy seguro que ya estaban negras, que eran de buen tamaño y que llenaron las “calderillas”. Me los imagino después “sarrajando” las mismas, y añadidos los condimentos necesarios, a los pocos días se habrán logrado aprovisionar de este fruto del olivo, tan importarte en nuestra Extremadura.
Para uno que es de un pueblo de la zona norte de Cáceres, Villa del Campo, que limita en la actualidad con las Hurdes y con la Sierra de Gata, y perteneciente desde la Baja Edad Media a la encomienda de San Juan de Mascoras (Santibáñez el Alto) de la Orden Alcantarina, para ese uno infancia y olivos van unidos irremisiblemente.
Fue contemplar la escena y venirse a mi memoria, la cantidad de tardes de verano, yendo a “desbardascar” los olivos, con el “pon”, la “segureja” y el “gancho”, y dejarlos preparados para la cosecha de septiembre. Y no digamos después la recogida, era todo un ritual de comienzo y de fin, las partidas de hombres y mujeres, primero las del árbol, después las del suelo. Todo como muy natural y artesano, nada que ver ahora con los artilugios que hacen temblar al tocón y que parece que lo va a arrancar.
Este año ha habido manifestaciones más llamativas sobre la realidad del precio que se paga por la codiciada “manzanilla cacereña”, querían conseguir llegar al euro el kilo, pero parece que no ha podido ser. Recuerdo cantidad de campañas en las que se comenzaba a coger el fruto, pero sin precio de referencia, éste no se ponía hasta final de la misma. Una injusticia más con nuestra sufrida Extremadura vaciada.
PD
Recuerdo para Don Lucas de Aldea del Cano, fallecido esta semana en Coria. Buenas charlas con él sobre que sandias eran mejores, las del Aldea o las de mi padre. Descansa en paz Lucas.