Bautismo de Jesús (A)
MATEO 3, 13-17. En aquel tiempo, Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!». Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
La celebración del Bautismo de Jesús en el Jordán, cuyo acontecimiento celebramos hoy, pone el broche al tiempo de Navidad, es verdad que el Bautismo de Jesús no tiene el mismo significado que el nuestro, por eso el evangelista Mateo, que escribía para judíos, y por lo tanto podían no entender bien el gesto de Jesús, pone un dialogo entre Juan y Jesús en el que el primero se niega a bautizarlo, diciéndole que es Él el que lo tiene que bautizar, pero Jesús le pide ser bautizado, el evangelista aprovecha el rito del bautismo para presentar a Jesús como el Salvador esperado, como el Mesías.
Juan bautiza a Jesús al comienzo de su vida pública, es como la puesta en marcha de la misma. De los treinta años de vida oculta de Jesús con sus padres en Nazaret los evangelios no nos dicen nada, hay un silencio respetuoso sobre ella. Aunque nos gustaría saber como fue la vida durante esos treinta años en Nazaret, la verdad es que lo que verdaderamente nos interesa es lo que Jesús dijo e hizo en su vida pública y esa es la que comienza después de su bautismo. Por lo tanto si queremos conocer y profundizar en el mensaje de Jesús tenemos que estar atentos a la palabra de Dios en los domingos que van a venir a partir de ahora hasta el tiempo de Cuaresma. En ellos iremos recorriendo el camino que Jesús realiza hasta Jerusalén, escuchando su mensaje, viendo como trata a las personas, contemplando sus gestos y aprendiendo de todo lo que dice y hace.
Juan nos presenta a Jesús como el enviado de Dios, el esperado por el pueblo, el anunciado por los profetas del Antiguo Testamento, es nuestro Salvador, nuestro Dios. Nos lo señala con el dedo, para que no tengamos ninguna duda y nos dice que es Él. Que dispongamos nuestro corazón para seguirle y nuestros oídos para escucharle. Efectivamente, Jesús es la referencia principal del cristiano, Él es el modelo fundamental. Las actitudes de Jesús deben ser las nuestras, la manera de comportarse de Jesús debe reflejarse en nuestro comportamiento, su talante, su modo de situarse ante las cosas, su manera de tratar a las personas, deberían ser imitados por nosotros. Pero, difícilmente puedo seguir y actuar como alguien que no conozco, o peor, que sólo conozco de oídas o porque otros me lo han dicho. No, debo ser yo quien descubra a ese Jesús, debo ser yo quien me preocupe por conocer lo que hizo, debe ser yo el que personalmente interiorice y haga mío, todo lo que ese Jesús me enseñó, solo de esta manera Jesús podrá ser alguien significativo para mí.
El reflexionar hoy sobre el bautismo de Jesús, puede ser también un buen momento para reflexionar sobre el nuestro. Todos sabemos que el bautismo es el sacramento fundamental del cristiano, desde que me bauticé puedo decir que pertenezco a la Iglesia, de aquí la importancia que tiene el saber lo que se hace cuando se pide este sacramento, y que el mismo solo tiene razón de ser cuando los padres lo solicitan convencidos de lo que hacen, que no es otra cosa que el deseo de que sus hijos crezcan con ellos desde el punto de vista religioso. Como perteneciente a la Iglesia, tengo la obligación de intentar vivir como esa pertenecía me exige, y mi conducta tendría que ser manifestación de sus exigencias, por eso hoy podríamos preguntarnos, ¿qué fidelidad tengo yo a lo que mis padres hicieron por mi el día de mi bautismo?, ¿mi conducta, mis hechos y mis dichos, son manifestación de las exigencias de ese sacramento?
Tendremos que reconocer que como casi siempre no encontramos en nosotros la fidelidad suficiente a lo que nuestra fe nos exige, que nuestros actos no son reflejo de esa realidad de bautizados en el nombre del Señor. Le pedimos con sinceridad al Señor, que nos de la fuerza necesaria para ser sus testigos fieles en este mundo nuestro, que nos haga valorar los sacramentos en los que su presencia se hace más real y más evidente.
Se lo pedimos primero para nosotros, porque sabemos que somos los primeros necesitados. Pedimos por nuestras familias por la gente que queremos y que nos quieren, por esos que hemos visto o recordado en estos días pasados, hacemos presente a los que menos tienen, para que el Señor que se hace presente en las personas que los ayudan se acuerde de ellos, por los que sufren, los enfermos, para que ya que son los preferidos del Señor, también sean los nuestros.