Domingo IV del Tiempo Ordinario (A)
MATEO 5, 1-12a. En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: -«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Si hemos escuchado con atención las lecturas de hoy, sin sentirnos deslumbrados por el pasaje de las Bienaventuranzas de modo que sea lo único que centre nuestra atención, vemos que en las tres se nos habla de las personas sencillas y humildes como las únicas que pueden amar y aceptar a Dios. Sofonías nos ha dicho “buscad al Señor los humildes, que cumplís sus mandamientos”. San Pablo ha dicho “fijaos en vuestra asamblea, no hay en ellas muchos sabios en lo humano, todo lo contrario” ¿por qué será eso?, no será porque solo el humilde, el sencillo, el que no se cree mayor que nadie, el que se siente que necesita al otro, porque el que no lo tiene todo ese es el que puede encontrar al Señor.
Y en este contexto de reflexión aparecen las bienaventuranzas, como la evidencia de todo lo que acabamos de decir. En las bienaventuranzas, Jesús nos invita a ser sencillos y desprendidos, a vivir en la bondad y en la misericordia, a buscar al paz y la justicia y a trabajar por ellas.
Las bienaventuranzas, son la mejor demostración del mensaje novedoso de Jesús, ellas representan el vino nuevo, frente al añejo; son imagen del nuevo estilo de Jesús frente a la tradición judía, frente a todo lo que se había escrito y dicho hasta ahora. Teniendo en cuenta que las Bienaventuranzas Jesús las predica al comienzo de su vida pública, por lo que son claramente un mensaje programático de todo lo que va a decir y hacer a partir de ahora.
Si vamos repasando cada una de la Bienaventuranzas, ¿nos vemos reflejados en ellas?, ¿nos situaríamos nosotros en alguna? Dichosos los pobres… Dichosos los que lloran… los que pasan hambre… dichosos cuando os insulten por mi causa… dichosos los que trabajan por la paz… dichosos los limpios de corazón. El mensaje de las Bienaventuranzas es un mensaje que más que invitar a hablar, invita a practicarlo, tienen que ser las obras las que hablen de él, y normalmente los que las cumplen, los que las cumplen de verdad suelen ser personas que se distinguen por hablar poco.
Las Bienaventuranzas deberían ser como un espejo ante el cual, yo siempre reconociera lo que me falta por hacer en la dirección de lo que Jesús me pide, deberían ser mas que algo que cumplo, como una aspiración siempre constante, como una meta a la que intento siempre acercarme, pero a su vez contemplo demasiado lejos, y por supuesto, valorando siempre que esos pequeños pasos que puedo dar son muy importantes en mi caminar de hombre de fe. Las Bienaventuranzas deberían dinamizar nuestra acción, ser el impulso siempre constante en nuestro actuar humilde, pero responsable.
Por su parte San Pablo en la carta a los Corintios que hemos escuchado en la segunda lectura echa por tierra cualquier atisbo de soberbia o de vanidad que pudiera surgir en el discípulo de Jesús. Si hemos de vanagloriarnos en algo debe ser en la Cruz del Señor, y no me parece un lugar donde tenga cabida la vanagloria. Es este un buen consejo de San Pablo que encaja perfectamente con las bienaventuranzas.
La satisfacción de sentir a Jesús a nuestro lado en este empeño es lo que nos da ánimos para seguir intentándolo, y aportar nuestro pequeño grano de arena a la ahora de construir un mundo donde el espíritu de las bienaventuranzas esté mucho más presente y sea mas actual. El mundo conocido por Jesús de Nazaret y los suyos no iría mas allá de los límites de lo que era entonces Palestina, nosotros conocemos bien lo que sucede casi en el último rincón del mundo, estamos informados, conocemos muchas de las razones de los que pasa. Injusticias, guerras, desigualdades, pobrezas, violencia, que lejos del ideal que Jesús nos propone.
Le pedimos al Señor, al tiempo que reconocemos nuestros fallos que nos de la fuerza suficiente como para seguir intentándolo, que no perdamos la ilusión y la esperanza de lograrlo. Se lo pedimos al tiempo que recordamos a los que sufren, los que están solos, enfermos, especialmente por los que conocemos.