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Domingo VIII del Tiempo Ordinario (C)

Vela

LUCAS 6, 39-45. En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».


La palabra de Dios, siempre es rica, siempre es sugerente, siempre tiene que comunicar algo, pero claro, primero hay que escucharla con atención y después dejarse interpelar por ella, dejar que llegue al corazón, tal y como es, sin pasarla por el tamiz de nuestra manera de pensar y de hacer, sin devaluarla y sin hacerla decir lo que nosotros queremos que diga. De ahí la importancia de que cada domingo, saquemos algún mensaje que pueda ser importante para nuestra vida, es verdad que hay domingos en los que la Palabra es un poco mas complicada que otros, pero siempre se nos quedará algo, si nosotros queremos, si nosotros hacemos esfuerzos por comprenderla, y eso que se nos queda es lo que debemos llevar a la práctica, después, a lo largo de la semana.

¿Hemos escuchado con atención el evangelio de hoy? San Lucas en el capítulo seis de su evangelio, sigue con su lenguaje sencillo y directo presentándonos una doctrina de Jesús exigente y quizá, aunque conocida, no valorada lo suficientemente por nosotros a la hora de reconocer nuestras omisiones en relación al seguimiento del Maestro. Digo esto, porque no solemos confesarnos de estas faltas.

Hoy Jesús no dice que como tenemos el rostro de echarle a los demás en cara sus defectos, si no vemos con claridad los nuestros. Revísate primero tú, porque cuando lo hagas dirás voy a ser un poco más prudente, y cuando yo tenga claro los míos, podré hacer otra cosa. Si lo hago, me daré cuanta, que con trabajar por atajar mis fallos ya tengo bastante y dejaré en paz a los demás.

Jesús también hoy quiere que tengamos presente a la hora de juzgar una serie de cosas, y nos invita a que sepamos distinguir lo que es lo principal y lo que es secundario, puede ser que mas de una vez confundamos los segundo con los primero, valore lo secundario y se me escape lo esencial.

Hay un texto paralelo a este que hemos leído de San Lucas en el evangelio en el de San Mateo que dice “Por sus frutos los conoceréis”. Me parece un consejo acertadísimo por parte de Jesús en lo que son nuestras relaciones con los demás. Muchas veces nos relacionamos con ellos, teniendo en cuenta su posición, o el puesto que ocupan en una empresa, o lo que representan, es verdad que hay unas normas de educación que hay que valorar y que se deben respetar. Pero el juicio definitivo sobre alguien lo tenemos que hacer, no teniendo en cuenta la posición que decía antes, sino lo que esa persona hace. Son las obras las que dan razón de lo que una persona es, no basta lo que uno diga, o lo que representa, sino lo que hace, las obras de cada uno son las que dan razón de lo que somos. Las obras de cada uno, son las que se ganarán nuestro respeto hacia ellos.

Las personas de corazón limpio son aquellas que van esparramando bondad allí por donde van, y aquellos que no lo tenemos tanto, pues lo haremos menos. El tiempo de cuaresma que vamos a comenzar nos impulsará de nuevo a que con sencillez sepamos reconocer siempre nuestros fallos, de esta manera seremos menos exigentes con los que viven junto a nosotros.

La llamada de Jesús a seguir demostrando con humildad todo lo que necesitamos cambiar en nosotros, nos anima a seguir con nuestros esfuerzos de mejora y superación, esa aspiración siempre constante nos sigue motivando para no desfallecer. El saberlo cercano a nosotros nos anima a ser mejores, evitando todo lo que nos separa y nos hace sentirnos lejos los uno de los otros.

Se lo pedimos al Señor y hoy mas que nunca, se lo pedimos para nosotros, los que cada domingo escuchamos su palabra, porque reconocemos lo que nos falta para acercarnos a los que Jesús nos pide, y lo hacemos al tiempo que recordamos a las personas que queremos y que nos quieren, pedimos también por todos los que sufren, están solos o enfermos…


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