X-ordinario-c-d

Domingo X del Tiempo Ordinario (C)

Resurrección en Naín

LUCAS 7, 11-17. En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores». Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo». La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.


Comenzamos con este domingo, el tiempo que en la liturgia de la Iglesia se conoce como tiempo ordinario, tiempo que nos llevará hasta que allá a finales de noviembre comencemos el Adviento. A lo largo de todos estos domingos, acompañados por el evangelista San Lucas, iremos descubriendo la doctrina de Jesús a través de su comportamiento, sus actitudes, su doctrina y su manera de tratar a las personas.

El relato del evangelio de hoy, aunque está inspirado en las curaciones milagrosas de Elías y de Eliseo en el libro de los Reyes que hemos leído como primera lectura, tiene una serie de detalles que lo hacen diferente.

Es verdad que hay elementos comunes: la realidad del mal, la intervención del salvador y manifestación de la curación, pero hay algunos elementos particulares: el encuentro entre el grupo que acompaña a Jesús y el que acompaña a la viuda que ha perdido a su hijo, la libertad e iniciativa de Jesús ante el dolor de la madre que ni siquiera pide algo, y finalmente las conclusiones que sacan los testigos del hecho.

Son precisamente estos elementos los que nos invitan a situarnos este domingo frente a la presencia y acción de Dios a través de las personas y del testimonio de su Hijo, Jesús. En primer lugar, y esto es muy importante, deberíamos prestar atención, no tanto al prodigio, que por otra parte es lo que mas hacemos, vemos el milagro y quisiéramos que Jesús actuara igual cuando yo me encuentre en alguna situación parecida, deberíamos fijarnos mas en el acto que brota de la bondad misericordiosa de Jesús ante el sufrimiento y dolor humano. Una misericordia que es concreta, tangible: compasiva, cercana, comprometida y eficaz. Jesús no se queda en el mero plano de los sentimientos, sino que realiza acciones concretas. Su bondad es una bondad que se traduce en hechos, con resultados, dando respuesta al dolor humano y en este caso al llanto de una madre.

Por otra parte el relato nos sugiere revisar nuestro conocimiento y alabanza respecto a Dios, tal y como hizo aquella gente de Naín. Las acciones en las que el creyente es capaz de descubrir en su vida la misericordia y la cercanía de Dios para con nosotros y para los que nos rodean, deben ser sobre todo signos de su presencia en medio de nuestra vida y de nuestra realidad. Sus acciones son la demostración que él está a nuestro lado y que hace siempre lo mejor para nosotros. Pero para eso hace falta mucha fe, y purificar mas de lo que lo hacemos nuestra relación con ese Dios Padre, purificación que lleve a convencernos de su presencia continúa a nuestro lado.

Hoy también hay mucha gente, muchas madres, que acompañan la muerte psíquica, física o moral de sus hijos maltratados de tantas maneras: el hambre temprano, la falta de trabajo y de oportunidades, las diferentes formas de sucumbir ante el sin sentido o las trampas de la vida. Hoy muchos de nuestros jóvenes y no tan jóvenes se hallan paralizados ante la inseguridad profesional o laboral, pero también ante la fragilidad afectiva de lo y los que nos rodean, ante la falta de posibilidades para expresarse, o para hacerse escuchar. Ante todo ello Jesús tiene también una respuesta, y la tiene que tener a través de nosotros que decimos que somos sus testigos, nos aseguró que estaría a nuestro lado, y que actuáramos como él, no con su poder, porque no lo tenemos, pero si siendo mas eficaces, mas concretos, mas realista en nuestra decisiones, creando siempre puentes que unan a las personas, siendo alivio y consuelo para todos, no condenando como primera opción a nadie, estando siempre en vanguardia, en primera línea cuando se trata de ayudar a los demás. Esta es una buena lección de Jesús en este domingo para nosotros.

Terminamos recordando y pidiendo primero por todas las personas que queremos y que nos quieren, las presentamos al Señor, y también pedimos por todos los que sufren, están solos o enfermos, para que siempre encuentren en nosotros un apoyo en su dolor y sus necesidades.


Volver a arriba