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Domingo XII del Tiempo Ordinario (C)

Jesús predicando

MATEO 9, 18-24. En aquel tiempo, una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo de hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Y dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará».


En el evangelio hemos escuchado como Jesús, adelantándose en el tiempo a la utilización de una de las técnicas modernas que emplea la sociología para conocer el estado de opinión sobre las cosas, decide hacer una encuesta a los suyos, sobre lo que piensan ellos y sobre lo que piensa la gente sobre Él.

Esta manera de conocer los estados de opinión se ha hecho siempre y también en la actualidad, y las respuestas siempre van en sintonía con la mentalidad religiosa del tiempo y el lugar donde se hacen. Para los contemporáneos de Jesús, éste era considerado para unos Juan Bautista muy popular entonces y que había muerto trágicamente, para otros Elías uno de los profetas mayores o algún otro profeta.

Si la hacemos hoy, no nos darán esas respuestas, pero sí pueden decirnos que para unos Jesús podría ser una persona que pasó haciendo el bien, serían aquellos que conocen la vida del Jesús y les parece que tuvo un comportamiento coherente con lo que decía y siempre muy cercano a los más necesitados, para otros será un farsante, como otros de su tiempo que se hacían pasar por Mesías, otros dirían que sus seguidores lo han convertido en alguien que Él no pretendió ser, opinión muy extendida en aquellos que piensan que la Iglesia continuadora de la obra de Jesús ha manipulado su vida, y para otros por fin sería el Hijo de Dios, que nos transmite un mensaje de salvación, y que nos invita a vivir de una manera diferente a como lo hacemos, habría respuestas seguro de todo tipo y condición.

Pero, nosotros tenemos una clara una cosa, nuestra reflexión dominical, la reflexión que hacemos todos los domingos, no es para descubrir lo que otros piensan de Jesús, que puede ser interesante en algún momento, cuando queremos saber, como hemos dicho, los estados de opinión, sino que los interrogantes que planteamos, van dirigidos a cada uno de nosotros en concreto, van dirigidos a mí. Por eso Jesús hoy, cogiéndonos quizá por sorpresa nos hace la pregunta, y ¿vosotros quien decís que soy yo?, ¿quién es Jesús para mí?, ¿qué importancia tiene en mi vida? Y ahí tendría que venir la respuesta de cada uno, ¿te has atrevido a hacerte esta pregunta alguna vez?, creo que de una u otra manera algo sí podríamos decir. Pero es que no nos valdría cualquier tipo de respuesta. No nos valdría la respuesta de repetir de memoria lo que aprendimos en el catecismo. Tendría que ser algo más comprometido, ago más personal, producto de la reflexión y de la vivencia interior. De poco vale repetir fórmulas, el maestro nos pide bastante mas si queremos ser sus discípulos, pues el evangelio no se cumple ni se trasmite solamente repitiendo fórmulas o con únicamente buenas intenciones. La verdad es que la respuesta a este interrogante es algo que lo debemos hacer realidad siempre, o sea debemos estar planteándonosla siempre a lo largo de nuestra vida, lo preocupante sería que nunca nos la hubiéramos planteado.

La respuesta a la pregunta de Jesús necesita ser dicha desde la convicción personal y profunda del creyente y desde su coherencia en lo que a la conducta se refiere, es decir que haya relación entre lo que digo y lo que hago. Es un deber del cristiano intentar hoy llevar a la práctica, actitudes, obras y respuestas que testifiquen ante el mundo y con su lenguaje, nuestra fe en Jesús nuestro Señor. Este es nuestro reto ante el mundo. Nos sobran maestros, y nos hacen falta testigos que sepan llevar a su conducta lo que la fe en Jesús nos exige. El testigo habla poco, pero hace mucho, son sus obras las que demuestran su fe, le sobran las palabras. La verdadera repuesta no intentaría demostrar con palabras nuestra fe, sino mostrar con obras la misma.

Ha llegado el momento, ya está aquí, en que nuestra condición de cristianos no se puede reducir a los fines de semana o a momentos muy puntuales, como si fuera algo añadido a lo que soy y a lo que hago, no, debe ser algo que yo haga realidad siempre, si es que de verdad creo en lo que digo creer.

Le pedimos al Señor que nos aumente la fe para saber responder a estas preguntas, pedimos los unos por los otros, y recordamos a los que menos tienen, a los pobres, a los que sufren y están solos, a los que necesitan de nosotros y nosotros les damos de lado.