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Domingo XX del Tiempo Ordinario (A)

Jesús y la cananea

MATEO 15, 21-28. En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme». Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.


Los cristianos de hoy tenemos la suerte de no necesitar seguir discutiendo sobre una de tantas cuestiones bizantinas, que a lo largo de la historia han preocupado a la Iglesia, y que parece que por fin, a la luz de la palabra de Dios y de la tradición del Magisterio de la Iglesia podemos tener meridianamente clara, es la cuestión que respondía a la pregunta sobre ¿quién puede salvarse?: ¿solo lo harán los cristianos, o solo los católicos?, o para salvarse ¿hay que estar dentro de la Iglesia?. Fue una cuestión y no hace mucho tiempo, a la que se dedicaron muchas reflexiones, diálogos y discusiones, y no siempre con un espíritu evangélico: descalificando y condenando a personas. Lo hemos solucionado de una forma muy sencilla, dejando que Dios sea Dios, que nosotros no hagamos su papel, y dejando sobre todo, a su misericordia esa decisión que a nosotros no nos atañe, ni lo más mínimo.

Pero siguiendo esta reflexión sacada de la lectura del evangelio de hoy, donde Jesús parece que se muestra muy duro con esa mujer que no pertenece al pueblo de Israel, (tengamos en cuenta que el evangelio de Mateo va dirigido a comunidades judías y esa respuesta de Jesús sería bien aceptada por ellos) sea como fuere al final la mujer es atendida por Jesús que es lo que nos importa, y fue atendida por la fe que demostró tener, la fe rompió todas las barreras que podían existir. Partiendo de esto, una de la dimensiones en la que la Iglesia ha dado mas pasos, ha sido en la de aceptar que la salvación de Jesús no excluye a nadie, Jesús viene para todos. Para el Maestro no había en su época división entre justos y pecadores, entre judíos y los que no lo eran, entre cananeos o galileos. El se había relacionado con todos, maestros de la ley, samaritanas, fueran de una u otra tribu de Israel. Y a todos les había ofrecido lo mismo, la Buena Noticia de la salvación y la invitación a convertirse.

En cristiano no puede hablarse de fronteras que separan a las personas, respetando la cultura de cada pueblo, su historia, sus peculiaridades, el cristiano debe ser sensible al dolor y a la alegría de los hombres de cualquier país, de cualquier sitio, sin que el lugar de nacimiento pueda ser un signo de diferencia o de superioridad de uno sobre los otros.

No sé si esta es también nuestra actitud a la hora de aceptar a todos, lamentablemente me temo que en muchas ocasiones nuestras puertas no están abiertas para todos, nos dominan los prejuicios y la acepción de personas, es verdad que lo justificamos fácilmente con excusas muy razonables desde nuestro punto de vista, pero muy alejadas desde lo que es el punto de vista de Dios. Jesús nos pide que en nuestro corazón quepa mas gente, que no seamos mezquinos a la hora de perdonar, o a la hora de aceptar disculpas, que seamos mas generosos, que seamos mas universales, que aceptemos a todos.

En un mundo donde la exclusión, y los prejuicios están a la orden del día a la hora de juzgar a los otros, esta llamada de Jesús debe resonar en nuestro interior, y que la misma nos ayude a cambiar lo que tengamos que cambiar.

Dios Padre misericordioso, que has creado a todas las personas iguales en grandeza y dignidad, queremos pedirte que nuestra fe en Ti se fortalezca, y seamos capaces de buscar la igualdad de todos, creando a nuestro alrededor toda la paz, la fraternidad y el amor que necesitamos, que no nos desanimemos cuando nos parezca que estamos solos y cuando pensemos que es poco lo que podemos hacer, danos fuerzas para lograrlo.

Te lo pedimos Señor, al tiempo que recordamos a los que menos tienen, a los que se ven obligados a conformarse con las migajas que caen de nuestras mesas abundantes, o a los que no tienen ni siquiera eso, ahí están las noticias de todos los días, te pedimos Señor por lo enfermos, por los que sufren en soledad, por los que mueren en este tiempo en la carretera por imprudencias de otros, por los que son explotados sin piedad por sus semejantes, pedimos por ellos de una forma especial.