Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (A) (Basílica de Letrán)
JUAN 2, 13-22. En aquel tiempo, Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Pablo llegó a Corinto desde Atenas en el año 50 en el curso de su segundo viaje misionero. Llegaba un poco con la moral baja tras la decepción sufrida en Atenas. Además de ese fracaso iba con pocas esperanzas de éxito en Corinto. La mala fama de esta ciudad le iba sumiendo en la desesperanza a medida que se acercaba a la misma. Sin embargo, cuando abandonó Corinto dos años después dejó en la ciudad una de las mas florecientes comunidades por él fundadas. Algunos años después, les escribió una primera carta para responder a algunas cuestiones que le habían planteado. Acabamos de leer y de escuchar unos versículos de esa primera carta, en el día de hoy, en este domingo, en el que celebramos la fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán. La Basílica de Letrán es la catedral del Obispo de Roma, es decir del Papa. Y de aquí la importancia de la misma, porque esta basílica representa la unidad de todas las comunidades cristiana del mundo con Roma, con el sucesor de Pedro, con el Santo Padre. Si el domingo pasado la celebración del día de los difuntos prevalecía sobre la del domingo del tiempo que estamos, hoy la celebración de la dedicación de esta Iglesia, también prevalece sobre el domingo del tiempo ordinario que nos tocaba. Es por tanto una fiesta importante por lo que significa, aunque sea desconocida por la mayoría de nosotros. Las lecturas nos hablan por lo tanto de la importancia del Templo, de la casa de Dios, como lugar de encuentro con el Señor.
La Palabra de Dios nos ha animado a construir un Templo lleno de vida, de alegría, de ganas de vivir, de esperanza en el futuro, de confianza en el hombre y en sus posibilidades, un templo que transmita vida, que nos sane las heridas del camino y nos devuelva con mas capacidad a nuestra vida diaria para compartir y transmitir lo vivido. Construir un templo donde las preguntas sean posibles, qué al verlo la gente se plantee sus propias vidas, donde uno sea capaz de sentarse a compartir, un lugar que cuando salgamos de el seamos capaces de sentir que hemos estado en relación con Dios, un lugar donde nos hemos sentido no juzgados, sino queridos y amados por ese Dios Padre.
¿Y como haremos esto? ¿Cómo lograremos construir un Templo así? Primeramente eliminando la tentación de que cada uno haga la edificación por su cuenta. La construcción de ese Templo además de ser una tarea personal es un tarea que tenemos que hacer entre todos, cada uno de nosotros somos ladrillos necesarios para ir edificando ese Templo que tiene que ser una casa común, donde todos aportan su forma de ser y donde todos son acogidos. No vale que me empeñe en hacer las cosas como yo quiero o no se hacen, no vale empezar de cero sin contar con lo que otros han edificado y han logrado con su esfuerzo y sacrificio, y no podemos olvidar que el arquitecto de ese Templo no somos cada uno, sino que el auténtico arquitecto es Dios, el verdadero arquitecto es Jesús, y a él están llamados todos los que quieran dejarse moldear y dejarse llevar por lo que ese Dios nos pide y nos exige.
Cuando cada fin de semana nos juntamos para celebrar el día del Señor en el templo de la parroquia a la que pertenecemos estamos demostrando que a pesar de que cada uno durante el resto de los días vive como cristiano en el sitio donde se desarrolla su vida, en el tiempo que pasamos aquí nos sentimos mas unidos por la fe en ese Jesús que nos llama a compartir lo nuestro con El. El templo parroquial es como el lugar común de todos los bautizaos que se encuentran en su demarcación, por lo menos, así hemos de intentar vivirlo y hacerlo realidad. Consideremos la parroquia como ese lugar donde me siento más cercano a Dios y más cercano a los que viven su fe como yo, y mas cercanos a toda la Iglesia universal, porque la parroquia en el fondo representa a toda la Iglesia
Pedimos al Señor en este domingo que nos ayude a caer en la cuenta de esta realidad y de la importancia de nuestro testimonio como cristianos, ya que a través de el se va construyendo la Iglesia. Se lo pedimos al Señor al tiempo que recordamos a todas las personas que sufren, a los enfermos, a los que están solo, a los que necesitan de nosotros y nosotros les damos de lado.